PRESENTACIÓN

¡Hemos llegado a la 100 Edición del Concurso de Relatos! Sí, estamos orgullosos. No ha sido sencillo, empezamos con mucha furia y hemos pasado algunos malos momentos, pero aquí estamos. Y lo hemos celebrado, claro que sí.

Ahora nos planteamos una nueva etapa, comienza con la 101 Edición de Relatos.

Este blog nace con ganas, para hacer público nuestra trabajo, la ilusión de los que participamos en esto de los Relatos y también en nuestro Concurso de Microrrelatos y Poesía.


Si escribís espero que os animéis a uniros a nosotros.



sábado, 8 de junio de 2013

CII Edición concurso Relatos- Tema BUSQUEDA

Ya estamos aquí un mes más para hablar de los resultados del Concurso de Relatos. El Tema para esta ocasión era Busqueda, buscar a alguien, algo, a uno mismo... un tema interesante. Los participantes han sido siete, con otros tantos relatos estupendos y todos bien ambientados.

Los resultados han sido como queda aquí explicado:

GANADOR: AZUL con 18 votos, 2º: DOS PRESENCIAS con 13 votos; 3º: EL ABAD Y EL PEREGRINO con 11 votos.
 

AUTORIAS:
 


AZUL LASACRA
DOS PRESENCIAS CARLOS MAZA
EL ABAD Y EL PEREGRINO JPIQUERAS
EN EL JARDIN TRANSPARENTE ZARA_X
QUIMERAS IDELOSAN
LA CHICA DEL BOSQUE JAUMEMORESO
UN ENCUENTRO FORTUITO FINALYPRINCIPIODFELIZ


Así que felicidades a Lasacra especialmente por el hermosísimo relato que nos ha regalado en esta ocasión, lo mismo que a Carlos Maza Y a JPiqueras, los suyos también han sido meritorios. Gracias todos por participar y felicidades a todos, así mismo, por la calidad de su trabajo.

Este es el relato ganador:  AZUL  -Lasacra:







 Azul

    Nunca fue mi sonido favorito, siempre me incliné más hacia el verde o el rojo. El azul me dejaba indiferente.
    Sin embargo, cuando escuché su voz, la belleza me poseyó. Había oído hablar del síndrome de Stendhal, en ese momento lo sentí en mis propias carnes. Era una voz cerúlea, pero en un tono que jamás había visto ni escuchado: embriagaba, envolvía, elevaba, emocionaba. Lloré. No exagero, lloré de emoción. E intenté disimular mis sollozos porque por nada del mundo quería dejar de escuchar esa voz y mi llanto podría haber provocado que aquella chica cortara la comunicación.
      —¿Mi número? Sí, es el seis veinte… —sorbía al tiempo que daba la numeración—. Disculpa, es que tengo alergia y hoy estoy teniendo un día…
      —Tranquilo. Ya está. Dime, ¿cuál es el problema?
    El motivo de la llamada era que llevaba dos días sin poder conectar mi móvil a internet, pero ese no era el problema en ese momento. En ese momento mi problema era que no podía ver a la dueña de esa voz, tocarla, olerla…  resguardarme en su cálido azul.
    Me sobrepuse como pude y continuamos con una conversación estrictamente comercial entre un cliente y su compañía de telecomunicaciones. Solucionó el problema en apenas un minuto. No me resignaba a dejar de escucharla, así que le pedí información sobre todas las tarifas posibles, todos los modelos de móviles a los que podía acceder con mis puntos y, cuando ya se me agotaron las ideas y comprobé que el tono de su voz se iba oscureciendo (debido sin duda a la fatiga que ya le estaba produciendo mi llamada), me despedí. Anoté su nombre, me lo había dicho al responder a mi llamada: “hola, soy Nela, ¿en qué puedo ayudarte?” Era la frase de inicio que imponía la compañía a sus teleoperadores.

    Nela. Mi adorada voz azulina.

    Soñé con ella. Siempre de espaldas y con un largo vestido negro. No dejaba de hablarme y yo me dejaba mecer en las olas del mar de su voz.
    A la hora del almuerzo volví a llamar.
       —Hola, soy Ricardo, ¿en qué puedo ayudarte?
    Era muy improbable que ella volviera a atender mi llamada. Aun así lo intenté durante los veinte minutos que me quedaban. No almorcé. Tampoco escuché su voz. Moriría de inanición.
    Dediqué todo mi tiempo libre de la semana siguiente a alternar mis llamadas, esperando escucharla de nuevo, con un trabajo de investigación sobre mi compañía telefónica y la ubicación física de sus teleoperadores.
    La compañía no prestaba el servicio de atención al cliente, sino que lo había subcontratado a otra empresa. Ésta tenía varias localizaciones: una en Barcelona, otra en Madrid y una tercera en Zamora. Sí, a mí también me resultó extraño lo de Zamora.
    Barcelona quedó relegada al último lugar de búsqueda. Los catalanes tienen trazas de amarillo en su entonación y la voz de Nela era pura, sin esbozos de otro color. El tamaño de Zamora, comparado con Madrid, era definitivamente mucho más manejable para emprender un rastreo. Pedí una semana de permiso en el trabajo. Dije que tenía que solucionar unos problemas con una herencia. Mentí. Todo me parecía lícito si a cambio podía flotar de nuevo en el cielo de su voz.

    Nela. Mi añorada melodía aguamarina.

    Seguía soñando con ella cada noche. Me hablaba de su infancia, de cómo reía junto a sus hermanos cuando jugaba. Me hablaba de su adolescencia, de cómo le rompió el corazón aquel chico de voz púrpura. Me hablaba de su presente, de cómo había esperado que la encontrara. Siempre de espaldas.
    Su empresa estaba en un polígono industrial en el extrarradio de la ciudad. Tomé un taxi. Por pequeño que fuera Zamora, un polígono industrial siempre es un laberinto. Me dejó en la puerta; eran las diez de la mañana.
    Aquello estaba desierto, nadie por las calles. Un suave fondo de murmullo  rojo me decía que en las naves estaban trabajando. En la empresa de Nela predominaba el verde en el sonido que salía de las ventanas. Había un banco y me senté a esperar. Haría tiempo probando suerte con mis llamadas. Más tarde o más temprano alguien tendría que entrar o salir de ese edifico.
    Primero fueron dos chicos. Salían a fumar; el guarda de seguridad los acompañó. No les presté atención. Después fueron tres chicas, las escuché con detenimiento: una rosa y dos azules, pero no eran Nela, sus voces eran vulgares. Media hora después apareció una joven, la abordé para preguntarle la hora. Era verde.
    Tres de la tarde. Cambio de turno. Unos salían y otros entraban, me coloqué muy cerca de la puerta, fingiendo esperar a alguien, para poder escuchar sus conversaciones, saludos, estornudos… cualquier sonido que saliera de sus bocas me servía. O Nela había permanecido en silencio o no estaba allí. Seguí esperando sin dejar de telefonear.
      —Hola, soy Carmen, ¿en qué puedo ayudarte?
    A las cinco de la tarde hubo otro cambio de turno. Retomé mi puesto de escucha. Nada, el índigo de Nela no se dejaba ver. Abatido, me senté en el banco y pulsé rellamada.
         —Hola, soy Nela, ¿en qué puedo ayudarte? —La sinfonía añil de su voz me inundó.
    Dios Santo… había esperado tanto ese momento… Las rodillas me temblaron y las lágrimas encontraron el camino de la libertad.
        —¿Oiga? Buenas tardes, soy Nela, ¿en qué puedo ayudarte?
        —Sí. Perdona, es que no te escuchaba bien. —Lloraba de felicidad y no podía dejar de reír—. ¿Has dicho Nela?
        —Sí. ¿En qué puedo ayudarte?
    ¿Qué en qué podía ayudarme? Podía acariciar mis oídos hasta el infinito con su azul imposible, darme la dicha eterna.
        —Sí, verás… es que estoy pensando en cambiar de móvil y quería saber cuántos puntos tengo y qué me ofrecéis.
        —¿Me dices tu número?, por favor.
    Le di mi número, claro que se lo di, le hubiera dado mi vida si me la hubiera pedido. Tenía que saber si estaba en el edifico frente al que me encontraba o en otro lugar. Tenía que pensar rápido o podría perderla para siempre.
        —Bien. Los modelos que te puedo ofrecer son… el Samsung galaxy P…
        —Escucha —interrumpí—, me interesa un modelo que tenga mucha cobertura, porque aquí en Zamora hay muchas zonas en las que la pierdo.
        —Sí, bueno… eso no es tanto problema del aparato como de las redes, Zamora está muy abandonadita, sobre todo en la zona de Candelaria.
    Esa respuesta me decía que sí. ¡Sí! Nela estaba frente a mí, si me esforzaba quizás hasta pudiera escuchar su suave brisa marina a través de alguna de las ventanas.
    Dejé que recitara el nombre de todos los aparatos a los que tenía opción y me deleité pidiéndole información detallada de cada uno de ellos. Fue mejor que volar, que mirar al propio Dios a los ojos.

    Nela. Mi dulce manjar celeste.

    Hasta el siguiente cambio de turno, a las once de la noche, ninguna de las mujeres que aparecieron para fumar, charlar o comerse una manzana, era mi teleoperadora. A las once me acerqué a la puerta. Estuve muy atento,  me di cuenta de que cuando Nela había entrado me había pasado desapercibida, tenía que prestar mucha atención, escuchar incluso la respiración de las mujeres que salían. No podía dejarla escapar.
    Y como si el estruendo de un ejército de tuaregs hubiera ocupado la Península entera, la risa de Nela se apoderó de mis oídos. La busqué con la mirada, por fin pude ver su rostro. Era morena, elegante, guapa… Menta y chocolate. Tal y como la había imaginado. No llevaba un largo vestido negro, pero daba igual, su voz, aunque no fuera conmigo sino con una compañera con quien hablara, me arrullaba del mismo modo en que lo hacía en mis sueños.
    Las seguí. Por suerte regresaban caminando. Entraron en una cafetería y tomaron asiento. Yo me coloqué cerca de ellas para poder escucharlas. Nunca un café me supo tan aterciopelado.

    Nela. Mi diosa de topacio.

    Se levantó. Miré apresurado temiendo que fuera a abandonar el local. Me tranquilizó ver que dejaba su bolso al cuidado de su amiga. Iba al servicio. No me detuve a pensarlo, simplemente la seguí, no quería perderla de vista, mucho menos dejar de escucharla. Ella entró en el de señoras, yo en el de caballeros. Estuve atento para salir al mismo tiempo que ella. Lo hice muy bien. Conseguí tropezar por accidente y tocar su mano. Necesitaba sentir su tacto.
    Sin poder evitarlo cerré los ojos y me retorcí de dolor. El sonido de su piel era ensordecedor, estridente, punzante. No podía soportarlo.
        —Perdona, ¿estás bien? —se interesó al ver que caía al suelo como si me hubieran disparado.
        —Sí. No es nada, no te preocupes. —El azul de sus palabras me reconfortó.
       —¿Puedes levantarte? ¿Te ayudo? —Me tendía su mano y yo temblaba asustado temiendo que volviera a tocarme.
        —Puedo, puedo. No te preocupes. Ya estoy bien. No me toques.
    Me marché y no intenté ponerme en contacto con ella nunca más. Todavía sueño con su voz azul…

    Nela. Mi atronador veneno zarco.




Sacramento Arévalo Cruz (Lasacra)

Nacida y criada en Madrid capital (cosecha del 66), con veinte años me fui a vivir a un pueblecillo que ya me considera suya, en el que todos nos conocemos por nuestro nombre, o apodo en su defecto, y en el que, normalmente nos sonreímos al saludarnos.

Caperucita
Café con dios
Determinantes..

Son alguna de sus obras que podréis encontrar aquí


El resto de los relatos se encuentran aquí 


Y ahora os animo a que dejéis aquí vuestros comentarios sobre nuestros trabajos. Se agradecen mucho.

¡¡FELICIDADES SACRA!! 


 

2 comentarios:

  1. Soy Sacra.
    Lo primero, dar las gracias los votantes por haberme honrado con el primer puesto y, lo segundo, agradecer a nuestra bloguera anfitriona el trabajo que está haciendo aquí.
    Y ahora, antes de comentar alguno de los relatos con los que tuvo que competir "Azul", animar a todos a participar en la siguiente edición que tendrá com tema "el éxito". El plazo para subir relatos está abierto hasta el día 4 de julio. Ánimo.

    DOS PRESENCIAS. Tengo la casi absoluta seguridad de haber leído este relato en otra ocasión. Entonces me gustó y me sigue gustando. Para empezar, la historia es muy interesante y original. Una mezcla muy bien elaborada; por momentos pensamos en un hecho casi sobrenatural: sueños que cobran vida; y en otros nos planteamos la posibilidad de una disfunción mental: un mismo sujeto con dos personalidades distintas que vive dos vidas paralelas y que al mismo tiempo que sus personalidades se van disociando sus vidas se van uniendo hasta el punto de poder coincidir en el mismo punto espacio-tiempo con un desenlace fatal. Una historia con una complejidad digna de valorar. Para seguir, está muy bien escrito, se mantiene muy bien la tensión y el interés por parte del lector y me gusta como se trata a los personajes, el protagonista se define a sí mismo por sus acciones y las mujeres, con un papel secundario pero estrictamente necesario, son apenas esbozos que sin embargo nos dan una imagen nítida de cómo son percibidas por el protagonista. Buscando pegas (es la edición de la búsqueda) encuentro dos construcciones que no cuadran:
    “le cogí por detrás”: coger es transitivo y a quien coge es a “ella”, luego es LA cogí.
    “Mientras tanto, el hombre de la gabardina recorría DE las calles buscándole”: ese “de” sobra, supongo que es un lapsus en una corrección.
    Un gran trabajo.

    EN EL JARDÍN TRANSPARENTE. Un relato muy bonito.
    He encontrado algún fallo en las tildes (alguna que sobra y otras que faltan), pero nada de excesiva importancia. Me gusta la imagen de conjunto que ofrece el relato, el “decorado”, la historia, el tono… (la parte en la que “se hacen amigos” compartiendo un banco en silencio, me parece buenísima) sin embargo creo que hay frases muy concretas que con un poquito de pulido ganarían y harían brillar aún más el resultado final. Un ejemplo: “Fueron tres noches maravillosas, llenas de pasión, en las que disfrutamos de momentos de gran intimidad.” La frase no es mala, pero creo que trabajándola un poco se puede conseguir algo que llegue más y haga que el lector se sumerja aún más en la escena. Un buen relato.

    EL ABAD Y EL PEREGRINO. Un nuevo Conde de Montecristo.
    El relato está escrito de forma impecable y se lee con facilidad. Tiene el mérito de conseguir que sea creíble la casualidad del encuentro entre el peregrino y el abad. La pena es que, quizás por tratar un conflicto que forma parte de la cultura universal, resulta predecible la relación que une a los coprotagonistas.

    Saludos.



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  2. Hola, soy Josep Piqueras y deseo dejar unos comentarios a los dos relatos que se llevaron los peores resultados.

    Un encuentro fortuito : Se quedó en un aprobado justito. Quiero señalar algo que me parece importante: el título. Desconcertante para mí. No veo en esa historia del padre agresivo, la hija accidentalmente obitada y la madre ausente, dónde está el encuentro fortuito. Me parece que la primera parte de la historia está bien, pues maneja cosas que nos enganchan: una hija que al parecer se ha marchado de casa (lo que abre campo a muchas posibles explicaciones), un padre preocupado, un policía que pasa de él, seguramente cansado de jóvenes rebeldes que se van de casa y preocupan innecesariamente a sus padres, un matrimonio que sufre por la desaparición de la hija, pues hace nacer reproches e incluso remordimientos. Luego sigue una segunda parte que mantiene el hilo, y que además ofrece lo que se pedía por parte del MdC, una búsqueda: el padre se decide a buscar a la hija. Aquí, en la estación de autobuses el relato merece algún retoque y los diálogos podrían mejorarse. Pero creo que el relato se tambalea un poquito en el momento en que el padre enloquece en la casa. Vale, puede ir de ese modo, pero resulta poco creíble que se arrastre por el suelo clavándose restos de platos. Y aunque su reacción a la llegada de la hija es hasta cierto punto comprensible y lo que ocurre es un accidente, la historia ganaría en resultados y en votos con otro tipo de desenlace. No es que el que tiene sea malo sino que ese desenlace tiene menos probabilidades de ganarse al lector y corre el riesgo de no dejar el poso adecuado. Aunque en ocasiones a mí me ha pasado lo mismo. Me he dicho: "así es como quiero yo que vayan las cosas... sé que no gustará lo mismo y que me restará votos, pero es así como lo he pensado y así es como lo escribo y lo acabo." De modo que entiendo al autor perfectamente.

    La Chica del Bosque tiene, para mi gusto, un lenguaje algo almibarado en exceso y mezcla tonos eróticos en algún momento con escenas casi infantiles en otros. La búsqueda de las gatitas desconcierta un poco pues mezcla también aspectos dulces del campo, del bosque o del paisaje con otros que parecen ir en la línea de un cuento de terror. Incluso nos hace aparecer un ente felino que... resulta ser una lindo gatito. Bueno, una linda gatita. La fase inicial da pistas sobre una posible etapa de frustración y desengaño en la vida de la chica, y aquí parece que vemos el sentido a la búsqueda: parece buscar otro tipo de vida. He leído los comentarios de Sacra y aquí había materia para más, de no existir el corsé del límite de palabras. Luego el relato nos lleva a un momento en que lo que busca son sus dos mascotas. Pero cuando llega al lugar del precipicio, del río, el perro y el hombre de la pierna rota el relato pierde su fidelidad al tema propuesto por el MdC.

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