PRESENTACIÓN

¡Hemos llegado a la 100 Edición del Concurso de Relatos! Sí, estamos orgullosos. No ha sido sencillo, empezamos con mucha furia y hemos pasado algunos malos momentos, pero aquí estamos. Y lo hemos celebrado, claro que sí.

Ahora nos planteamos una nueva etapa, comienza con la 101 Edición de Relatos.

Este blog nace con ganas, para hacer público nuestra trabajo, la ilusión de los que participamos en esto de los Relatos y también en nuestro Concurso de Microrrelatos y Poesía.


Si escribís espero que os animéis a uniros a nosotros.



lunes, 6 de mayo de 2013

Resurrección - 101 Edición del Concurso de Relatos






El 101 Concurso de Relatos se clausuró ayer domingo a las 22'00 horas. El recuento nos dio a conocer al ganador en esta ocasión, que no es otro que Alejandro López (Incongruente)  con el relato titulado Ciencia o conciencia.

Hubo siete participantes, todos con relatos muy dignos. El tema a tratar era Resurrección siendo, como siempre, obligatorio que los relatos entraran en él.

Estos fueron los concursantes, sus claves y títulos:




Concursante
Relato
Clave
Miguelmig
7 vidas
Leg Gumimi
Raitann
Lázaro
Níntara
Jaumemoreso
Sucedió en un cementerio
Oserom Meujá
Josep Piqueras
La no resurrección del tío Pepe
Rasj Quepi
Zara_X
16'30 Telenovela
Razax
Incongruente
Ciencia o conciencia
Rincón urgente
Idelosan
Esta vez será diferente
San Lideo


Si queréis leer los relatos los encontraréis aquí Y este que os dejo es el ganador:






CIENCIA O CONCIENCIA
 


Su parsimonioso andar acerca lentamente al doctor Strong al despacho del Director del Centro. Sin llamar, abre la puerta. Al verlo, Chris se levanta y sale a saludarlo.
¬—Pero amigo Robert,  te he dicho que cuando quieras hablar conmigo me llames; en tu estado no debes moverte tanto.
—No te preocupes, Chris, estoy bien. He tomado una determinación y quiero decírtelo antes que a los demás del equipo.
—Por favor, siéntate. —Ambos, una vez sentados, se miraron con fijeza. Finalmente, el doctor Strong, habló
—Querido amigo, he decidido ofrecerme a una intervención quirúrgica.
Al oírlo, Chirs abrió enormemente los ojos, incrédulo ante aquella afirmación. Esperó unos segundos antes de hablar; finalmente, se levantó del sillón y paseó por el despacho.
—Pero… ya hemos tratado este tema y pensaba que todo había quedado claro para ti.
—Así es, buen amigo. Mi cáncer de hígado es terminal. No me doy más de dos meses de inútil vida. ¿Qué sentido tiene seguir? Sin embargo, someterme a una operación de ese tipo, no solo me puede dar la solución, también puede servir como experiencia para otros pacientes en mi estado.
—Pero sabes que la probabilidad de salir con vida es casi cero.
—No estoy de acuerdo; hemos realizado este tipo de intervención en algunos animales y los resultados han sido bastantes satisfactorios.
—Lo sé, Robert, pero en los animales no es tan compleja como en un ser humano; la ubicación del tumor hace casi imposible el acceso; además, con los dos infartos que ya has sufrido el riesgo es mucho mayor.
—¿Y seguir vivo dos meses más con estos dolores y lleno de morfina hasta las cejas es la alternativa? Tranquilo, Chris, lo he recapacitado profundamente y mi decisión es definitiva.
Chris daba vueltas en el despacho mientras oía a su amigo.
—El riesgo de parada cardiorespiratoria es tan alto que de nada nos va a servir intentarlo.
—Lo sé, Chris y es por eso por lo que quiero tu autorización —Chris le miró muy sorprendido; no entendía las palabras de Robert.
—¿Mi autorización? ¿Para qué quieres mi autorización? Solo tú…
—Porque he hablado con Ernest y Louis. Hemos calculado el riesgo de una parada y ante tan alto porcentaje de que así sea, de me ha ocurrido preparar el quirófano para realizar sobre mí una animación suspendida.
Al oírlo, Chris reaccionó volviéndose de golpe.
—¿Has dicho aplicar sobre ti el programa SAFAX? ¡Nunca! Entiendo que tu desesperación llegue hasta esos límites de locura, pero no me pidas… Las consecuencias podrían ser terroríficas, si es que sobrevives, que la probabilidad es de casi cero.
—¿Y por qué no? En ese programa hemos recuperado diez y ocho perros de veinte y cuatro; además, en los últimos experimentos han resucitado todos los animales. ¿Dónde está ese casi cero de probabilidad de salir con vida? Además, si soy capaz de superar la prueba, piensa que yo sí podría dar explicaciones de lo que se “vive” durante la muerte. Sería un gran avance para el programa.
—Robert, eres el neurólogo y psiquiatra más conocido del país; tus experimentos en el programa AWARO y SAFAX son uno de los avances científicos más importantes de este siglo. No me pidas que haga esto; no puedo, ni como médico, ni como director de los programas, ni como amigo.
—Gracias, Chris, pero tu negativa a mi ofrecimiento no es importante; solo necesito que apruebes, por supuesto una vez firmados todos los documentos legales, que el experimento se haga sobre mi persona. Todo lo tengo calculado. La operación para extirparme el tumor del hígado puede durar casi dos horas. Ya conoces la ubicación del tumor. Con dos infartos sufridos, es muy posible que yo sufra, durante la operación, una parada cardiorespiratoria. Si esto ocurriese, debemos tener preparado todo el sistema del programa SAFAX para que Ernest me mantenga en animación suspendida el tiempo necesario para que Louis termine la extirpación y limpie perfectamente. El drenaje sanguíneo duraría casi una hora. Para rellenarme con la solución salina, con la aportación del oxígeno necesario para mi capacidad pulmonar, que ya hemos calculado Ernest y yo, debe estar preparada en el quirófano. Para ello necesitamos tu autorización. El resto, ya lo conoces bien; es fácil, como si en la mesa de operaciones estuviese tumbado un perro.
Chris no paraba de dar vueltas por el despacho. Eran demasiadas dudas para tomar una determinación tan compleja. Sus creencias religiosas, su ética profesional y su amistad, se oponían férreamente a sus praxis médica, a su dedicación durante los cinco últimos años a aquellos dos programas que solo necesitaban de un pequeño paso para convertirse en el mayor avance médico de la historia: Mantener en muerte clínica a un paciente más de tres horas y volverlo a la vida en perfecto estado de salud.
Una semana más tarde, una vez obtenidas las autorizaciones necesarias, Robert entró en quirófano sobre una camilla. Allí encontró a todo el equipo. Ernest, el especialista en animación suspendida y con el que había preparado toda la solución salina, a 7º para cambiarla por su sangre. Louis, el cirujano que le extirparía el tumor. El bueno de John, su cardiólogo; anestesista, enfermeras y, mirando hacia el ventanal del techo, a todo el cuadro de mando del Centro Médico.
Cogió a Louis por la manga. Lo miró y sonrió.
—Adelante, amigo; ya tienes otro perro entre tus manos —Luego miró al anestesista y le indicó adelante con la cabeza.
—No quiero nervios, ni dudas. Sois los mejores y aunque en esta ocasión yo no estaré, espero que mi intervención no sea necesaria. Adelante y sin prisas, tenéis todo el tiempo del mundo.
Después de una hora de operación, el corazón de Robert comenzó a fibrilar. Aquella alteración del pulso puso nervioso a Ernest. No le gustaba. Cuando daba la orden de conectarle el desfibrilador, Robert sufrió una parada cardiorespiratoria.
Todo fueron prisas. Louis paró su intervención con el fin de dejar a Ernest espacio para drenar a Robert, pero este le ordenó seguir, mientras él comenzaba a drenar.
Después de casi tres horas de operación, en las que Robert ya llevaba casi dos horas en parada cardíaca, Louis dio por terminada su intervención. Todo había quedado limpio y posteriormente cerrado. Había comprobado la inexistencia de metástasis o ramificaciones en el hígado. Miró a Ernest asintiendo. En ese momento, Ernest comenzó el proceso inverso. Sacó toda la solución salina de la red de riego de Robert y volvió a introducir su sangre que, durante ese tiempo, había sido filtrada en un sistema que tenía preparado para ello.
Terminada la transfusión, miró el reloj. Habían pasado tres horas y cuarenta y dos minutos. Movió negativamente la cabeza y miró a Louis. Este acercó al pecho de Robert las palas del electro shok y le aplicó la primera descarga. El ecocardiógrafo mantuvo su preocupante línea recta. Louis insistió una segunda, una tercera y hasta una cuarta vez, pero aquel corazón parecía no querer volver a latir. Louis no sabía qué hacer cuando Ernest se acercó, le quitó las palas del desfibrilador y las aplicó fuertemente sobre el pecho de Robert. Una, dos, tres veces…
De pronto, en la pantalla del ecocardiógrafo comenzó un ilusionante baile de color verde. Todos se miraron sonriendo mientras Ernest seguía con su mirada fija en la pantalla. Finalmente, aquel corazón comenzó a latir con regularidad.
Todos se miraban incrédulos, sonrientes, se felicitaban con las miradas ilusionantes. Durante los dos días posteriores a la intervención, mantuvieron completamente sedado a Robert. Atención continua y detallada de todo lo que podía significar cambio o alteración de la normalidad, pero aquel corazón a una velocidad de cincuenta y ocho pulsaciones, había decidido seguir funcionando.
Aquella mañana todos se reunieron en el despacho de Chris.
—Bien, señores, tenemos que tomar una determinación. Hay que despertarlo y enfrentarnos a las consecuencias de los hechos. Han pasado dos días y creo que no hay justificación médica para retrasar el momento.
Todos se miraron, pero nadie fue capaz de encontrar un solo motivo para mantener a Robert dormido. Por lo que se levantaron y fueron a la sala de cuidados intensivos. Nada sabían de sus funciones cerebrales; el único capacitado para saber lo que había sufrido aquel cerebro estaba inconsciente sobre la cama.
Se le retiraron todos los sedantes, el suero, los medicamentos y desconectaron de los equipos.
—Entiendo que en aproximadamente dos horas empezará a reaccionar. Alguien debe quedarse junto a él y cuando empiece a despertar llamarnos a todos.
En su despacho, Chris y Ernest hablaban.
—Nunca pensé encontrarme en una situación similar, Ernest.
—Lo sé, amigo; también yo tengo dudas sobre si hemos sobrepasado el límite de lo ético. Pero en el programa SAFAX habíamos llegado a una situación que ya no nos permitía dar marcha atrás. Además, científicamente hablando… —le interrumpió una llamada por el mensáfono de Chris.
Ambos salieron corriendo hacia la UCI. Al llegar, la cama de Robert estaba completamente rodeada de médicos y enfermeras.
Solo los dedos de sus manos se movían. El silencio era absoluto. Poco a poco fue tomando consciencia de la realidad y Ernest, algo nervioso se acercó y le cogió la mano. Lentamente, Robert  abrió los ojos y miró hacia el frente; luego miró a Ernest y sonrió.
Un enorme suspiro llenó la habitación y los cuerpos de todos los presentes se relajaron.
—Bob, si me oyes y entiendes, pestañea una vez.
Y Robert pestañeó una sola vez. Luego, cerró los ojos.
Nadie se movió. Se miraban entre ellos, hasta que Louis se acercó y le tomó el pulso. Bajó la sábana para comprobar los vendajes de pecho y, en ese momento, Robert abrió de nuevo los ojos.
—Tengo hambre. Si me dais algo de comer, luego os contaré algo muy grande e importante que he vivido.


A partir de aquí entramos en la etapa de comentarios, críticas y parabienes de unos con otros, aclarando lo bueno, regular y malo que se aprecia en ellos. Todo esto hecho con el sano interés de aprender. 

Sigue abierta la puerta de este Concurso Taller para aquellos que deseen participar.


Alejando López (Incongruente)

Cuento para personas entre los quince y los ochenta años, que relata  las  vivencias  de  un jovencito llamado Jandro durante unas vacaciones en la sierra de Málaga, allá por la década de los cincuenta, sin más pretensiones que distraer al   lector  y   puede  que  hasta  recordar  costumbres  ya perdidas en la memoria de los tiempos.
El autor asegura que cualquier parecido con la realidad es producto de su desbordante imaginación.

Clasificado como:  Narrativa, Relatos y Cuentos          

       
Ya metido en su otoñal existencia, resurgió aquel olvidado amor por la escritura y tomando teclado y pantalla, un día cualquiera abrió inesperadamente el cofre de su desbordada imaginación y, sin encomendarse ni a las normas ni, aun menos, a las reglas de una cultura literaria de siglos, irrumpió como hipopótamo en jardín japonés en el margen izquierdo de la siempre idolatrada literatura española y, a base de teclazos y   suspiros, llenó de finas filas de hormigas negras las albas y puras alfombras de dicha cultura, destrozando todo lo que a su paso pudo encontrar.

Otras muchas muestras de su asombrosa incapacidad literaria la pueden encontrar en su blog: 2006incongruencias.blogspot.com

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